Delirios de la mente de un enfermo: un relato corto

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Cabe resaltar que el libro “Brújula Perdida“, ya está a la venta 😉 y eso me emociona mucho. Espero que les guste el libro, ❤ al igual que espero que les guste este relato 😀 En caso de hacerlo, recuerda que puedes compartirlo con tus seres queridos y suscribirte al blog ❤ Es gratis 😉

Primero, como de costumbre, comenzaremos con la…

Descripción:

Dylan García es un fotógrafo con pocos amigos, aunque muchos seguidores en redes sociales, que se enferma de la nada, lo que le causa una fiebre tan alta que lo lleva a delirar. En medio de sus pensamientos incontrolables comienza a preguntarse si su vida es lo que quiere, si el mundo detrás de la pantalla que tanto adula es realmente lo que piensa de él, si enfermarse no es estar muerto en vida, pero peor…

Y otras ideas y reflexiones algo extrañas, pero en definitiva interesantes.

Si te gusta cómo suena la historia, puedes descargarla en tu tienda digital de preferencia (a excepción de Amazon) aquí 😉

 

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Delirios de la mente de un enfermo

El pelo seco, la cara grasosa, días sin poder bañarme como quiero, manchas por la fiebre, granos por la grasa. Y frío. Helado y temible frío que me hiela hasta los huesos.

Todo se siente vacío. «Mi pelo se ve feo…» ¿A quién le importa cómo luzca mi pelo? Estuve a punto de morir. Lo importante es eso, que estoy con vida, que sigo aquí, que no me rendí, que luché para que la enfermedad no me llevara, que dejé que me pusieran ese montón de trapos y aparatos solo para unos cinco minutos más.

 

La gente es extraña. Te pregunta cosas extrañas cuando estás enfermo. «¿Cómo sigues?» Pues parece que me estoy muriendo, así que créeme que no muy bien. «Qué lindos tus labios rosaditos». Es que se me han partido por la deshidratación, pero fíjate que no pensé que eso se me viera bien, gracias, qué amable. ”¿Qué tal la fiebre?» Pues sigue ahí, nada que se va. Y me está matando, te lo juro. A veces siento que deliro, y alucino con organizaciones secretas y el pertenecer a algún lugar.

Lo pienso y… es como si viviera siempre en un mundo de fantasía, viendo vídeos, sorprendiéndome por drama que ni me interesa, actuando como si una foto fuera todo, como si un like fuera tan importante. Y de la nada te enfermas y te das cuenta de que todo eso es falso, o al menos hasta cierto punto. Te estás muriendo y a nadie le importa. Nadie te va a dar un corazón, nadie te dará visualizaciones ni atención. Lo único que queda es tu enfermedad, y tu cuerpo que lucha contra ella, y tú a un lado, en la consciencia, esperando resistir, o a que el poco dinero o la minúscula fama que tienes te ayuden un poco…

Pero obviamente no lo hacen. Porque estás solo, porque siempre lo has estado, porque el mundo real no tiene likes, ni filtros, ni el botón para compartir. ¿El mundo real? Una mierda.

Porque si no fuera tan mierda como es, no querríamos dejar de verlo, ¿o sí?

 

—¿Qué tal estás, tío? ¿Has mejorado?

—Pues si estuviera mejor, ya no estaría aquí, ¿no crees?

—Dylan…

—Lo sé, Karen, lo sé, pero lo siento. Me veo medio muerto, me siento muerto y medio. Amo a Ryan, pero a veces hace preguntas tontas.

—Mamá dice que no hay preguntas tontas.

Toda la vida me pareció que eso lo decía (1) la gente muy tonta, o (2) se le decía eso a la gente muy tonta.

—Gracias por venir.

 

Hay muchas cosas malas de estar enfermo. Muchísimas. Tantas, que podría hacer una lista…

  1. La soledad. La tristeza de estar enfermo, de saber que estás solo, que nadie te comprenderá, por más que lo intente, porque no pasa lo mismo que tú, no vive lo mismo que tú experimentas.
  2. No poder hacer nada, reposo absoluto. Solo mirar al techo… ¿qué? ¿Esperando algo? ¿A alguien? Entre esa espera lo único que ocurre es que el cerebro se descarrila y piensa más de lo que debería. Entonces estás mirando al techo, pero piensas miles de cosas. El olor a enfermo, la comida de enfermo, los aparatos pegados a tu cuerpo, el montón de medicinas. Pero más que nada, piensas que quieres salir de allí.
  3. El cansancio corporal, indescriptible e inacabable. ¿Cómo explicas estar cansado por solo estar acostado en una cama? Es que lo ves mal: estoy luchando con la muerte. Sí. En esta mismísima cama de enfermo, mientras huelo a enfermo y me siento a medio morir. Sí. Estoy luchando.

Por no irme del todo.

 

La mirada es como difusa. A los enfermos solo los quieren cuando los están enterrando, porque antes solo son cargas que gastan mucho dinero, que estorban, que molestan a los que están vivos por completo. Oír lo más mínimo da dolor de cabeza. Intentas aclarar tu mente, pero solo hay niebla. Te preguntas si te envuelve o si es que en realidad está dentro de ti…

 

—¿Qué haces aquí para divertirte, tío Dylan?

—Nada. No hay nada que hacer.

—¿Entonces cómo haces para no morir de aburrimiento?

—Aquí podré morir por muchas cosas, pero no por aburrimiento.

—¿Y cómo te diviertes?

Suspiro, tosiendo como si se me fuera a salir el pulmón y sintiendo que se me salen las víceras.

—Miro por la ventana e… imagino que estoy allá afuera, bajo el sol, sonriendo. O jugando en una fuente. O con tu mamá y contigo. Me gusta esa vista.

 

  1. La enfermedad es como la muerte en plena vida, por un lapso de tiempo definido, pero que se siente como la eternidad. Porque estás bien (lo estabas), pero de la nada no. Lo tenías todo, y ahora no tienes nada. Te aferras a unos aparatos, te aferras a la poca vida que queda dentro de ti, te aferras a algo que sientes que se escapa de entre tus dedos y que nunca volverá.

¿No es acaso cruel?

¿No es acaso la abominación más grande de las que hayas escuchado en todo el mundo?

  1. La tristeza que no se acaba nunca. La depresión silenciosa que acompaña a unos ojos apagados y sin esperanza.

—¿Por qué el tío está llorando?

—Es que es difícil, cariño.

—¿No será que le duele algo? ¿Llamo a la señora de blanco?

—Estoy bien, es solo… que se me metió algo en el ojo, sí.

Las lágrimas que no paran, porque es que es demasiado. Porque estar vivo y de la nada morir es difícil, pero si además de eso tienes que aferrarte a algo para no irte del todo, y luchar mientras sientes que no te queda nada…

Joder, que no sé ni cómo es que ya no he llorado los siete mares enteros.

  1. La enfermedad es una mierda porque es un golpe de realidad, un golpe de la vida o la muerte, como sea que quieras llamarla. Porque tienes mucho tras una pantalla, tienes un montón en esa burbuja fantasiosa a la que vas para liberarte de todo. Corazones, comentarios, seguidores, números verdes, atención, de todo. Pero llega la enfermedad y te das cuenta de que no tienes nada.

Ningún ícono puede ni va a ayudarte. Ningún logo colorido va a salvarte.

 

Los pensamientos son los peores, cuando se cuelan a través de la niebla. Hay de todo, pero no en el mejor sentido. (1) Lo que quiero hacer pero no puedo (comer algo sabroso, ir al cine, caminar en el parque, salir con amigos). (2) Lo que debo hacer pero no puedo (planificar qué es lo próximo que haré en el trabajo, los gastos que hay que pagar, los arreglos en la casa que hay que hacer). (3) Lo triste que es tener tantos seguidores en el mundo de fantasía, pero nadie va a verme, nadie me llama, nadie me ayuda con lo más mínimo que necesite. Y (4) los soliloquios:

 

Estar enfermo es triste porque indudablemente es triste estar enfermo, pero es incluso más triste porque estás solo en todo el proceso, porque estás medio muerto, porque estás entre aquí allá, y lo único que quieres son cinco minutos más de vida.

 

—¿Todo bien, tío?

—Claro, campeón. Mejor.

—¡Sí! Mamá me dijo que cuando ya estés bien iremos a comer hamburguesas.

—¿Hamburguesas?

—¡Sí! Qué rico, ¿verdad?

Y sonrío, pensando en pequeñeces que son la gloria: hamburguesas, pizza, chocolate, un batido de fresas, unos tacos, sushi, lasagna, paella, helado, galletas.

Todo será tuyo cuando salgas de esto, Dylan. Vamos. ¡No puedes rendirte!

Pero regresa la fiebre. Las pastillas no la matan; deben deshacerse de ella a la antigua.

Estar enfermo es como estar encerrado en una caja de la que no puedes salir por nada del mundo, y en la que ni siquiera sabes cómo acabaste. En esa caja, es como si estuvieras muerto. No puedes hacer nada más allá de la caja, no puedes hacer nada que esa caja no soporte. Es tu enemiga.

Pero, a la vez, es el único ser en el universo que lucha para que sigas con vida.

 

Quiero terminar con todo. Siquiera, ¿qué hago aquí? Soy fotógrafo, pero no hay nada que fotografiar. Solo hay blanco y un gran silencio, pero a la vez una tormenta. Estoy enfermo y me estoy muriendo. Estoy más allá que acá, más ido que en la realidad. Y todo es una lucha, todo es una batalla… Ya estoy cansado de pelear. Toda mi vida se ha tratado de pelear, de no desistir, de no abandonar. Pero dime, ¿cuál es el punto? ¿Cuál es el punto de la vida, si todos terminamos en una cama mientras morimos y a nadie le importa? ¿Cuál es el punto de todo esto, si al final morimos sin poder llevarnos nada?

 

—Dylan, ¿sigues ahí? No puedes irte. Le prometiste a Ryan…

—¿El tío se va a poner bien? ¿Por qué se ve tan blanco?

—Se va a poner bien, mi amor, no te preocupes.

—Abran paso, por favor.

—¿Mi tío se va a poner bien, señora?

—Tengo que colocarle esto, corazón.

—¿Y entonces se pondrá bien?

—Ryan, tienes que dejar que la señora haga su trabajo.

—El tío me prometió que comeríamos hamburguesas… Y él no rompe sus promesas.

—…

—¿Verdad, mamá?

 

Todo es oscuridad, pero luego hay una luz. Y de la nada todo es esa luz, aunque no quieras verla.

—Lo siento, pero no puedo volver allí. No quiero.

—¿Por qué?

—Porque todo es falso. Porque voy a una burbuja para escapar de la realidad que es que mi trabajo no me dé tanto dinero como quiero. Porque vivo más tiempo tras una pantalla que en el mundo real.

—Entonces arregla eso.

—Es que… ese no es el único problema. No es solo que todo es falso, sino que también es vacío. Me siento vacío al final del día, cuando voy a dormir y me devoran los pensamientos. ¿Cómo algo que te permite sentirte conectado con otros a la vez te hace sentir más solo que nunca? Es raro. Nada tiene sentido.

—Si miras solo lo que no es importante, por supuesto que no le vas a encontrar sentido.

—Nunca le he encontrado sentido a nada. Amo mi trabajo, pero a veces me pregunto si lo hago porque es mi pasión o solo porque necesito el dinero.

—Todos en algún punto se sienten presos de un sistema. Eso es normal. No tienes que acabar con todo.

—No tengo que, pero puedo. Y en ese simple hecho hay mucho poder.

—¿Qué hay de Ryan, de las hamburguesas? ¿No importan? ¿Él no importa?

—Me han dado un cuchillo y solo me lastimo con él. Soy su esclavo.

—Puedes aprender a usar el cuchillo. Si ya viste que lo estabas usando mal, ahora puedes corregirte.

—Supongo que tienes razón…

—Querías cinco minutos más para comer una hamburguesa con tu sobrino. ¿Dónde quedó ese anhelo?

—…

—¿Y bien?

—Creo que tengo miedo de que nada cambie. De haber muerto, vuelto a la vida y que no haya cambiado nada.

—Yo creo que ya cambiaste, mientras estabas aquí. Y ahora vas a volver y vivir tu nueva vida, fotografiar todo con esta nueva lente.

—Pero, ¿qué hay de…?

—Vas a vivir esa vida como lo que es, como tuya, y no de una burbuja que solo quiere un corazón.

Y sonreí.

—Cinco minutos más para comer una hamburguesa con Ryan… Me gusta esa idea.

Y él también sonrió.

—Entonces terminamos. Fue un placer.

—Espera un momento… ¿Eres Dios o eres yo mismo?

—Estás enfermo y estás delirando. Podría ser lo que sea.

—¿Eso qué significa?

—Que eres tú quien decidirá quién o qué soy.

Soy yo quien tiene en sus manos el poder de decidir…

Mi sonrisa se hizo más grande.

—Gracias.

 

Y abrí los ojos. Un catéter venoso en mi brazo, conectado a un paral con un suero colgando. Mi hermana al final de la habitación, con una cara de preocupación apoteósica, tomándole la mano a mi sobrino.

—Ryan —logré mascullar, y tanto él como su madre se acercaron a mí.

—¡Tío!

—¡Dylan! Por Dios, nos asustaste. No vuelvas a hacer eso.

—¡Vamos a comer las hamburguesas, tío! ¡Y jugaremos en el parque!

Sonreí, sintiendo cómo el líquido entraba en mi organismo y me devolvía a la vida lentamente.

—Por supuesto. Es una promesa.

 

Después de días, finalmente me dan de alta. Regreso a mi casa con ayuda de Karen, y cuando se va entro en el baño y me detengo a mirarme en el espejo.

Mi pelo se ve deshidratado, mi cara seca y llena de granos. Mi frente, de manchas. Mis labios pálidos y rotos. Y mi cuerpo solo débil en general.

Sin embargo, esta vez sonrío. Porque mi cuerpo se ve feo, pero es mío, es real. Porque se ve descuidado, pero estoy vivo, así que a la mierda.

Sonrío porque el café es dulce, porque el sol brilla, porque mis ojos lloran, porque todo esto es real. Porque la vida es hermosa y es mía. Porque me han dado un regalo bellísimo y no pienso desperdiciarlo. Porque quiero aprovechar ese milagro viviéndolo en carne propia, no a través de una pantalla.

Porque esa burbuja no es mi vida, ni yo su esclavo.

Nunca más.

 

Gracias por leer. Recuerda que, si te gustó el relato, puedes compartirlo en tus redes sociales, al igual que seguirme en las mías 😉 Las que más uso son Instagram, y Twitter.

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Les ama, Violet Pollux ❤

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