Romperse es de humanos: un poema

¡Hola! Espero que estés bien. Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que publiqué en este blog, pero no me he olvidado de él ni de ti. He estado escribiendo: espera con ansias mi próxima novela, que se publicará a principios de 2024. Como ves en el título, el día de hoy traigo un poema, el cual espero que te guste. Lo publico para celebrar mi cumpleaños como Violet, y para agradecerte por seguir aquí conmigo después de todos estos años, apoyándome, comprando mis libros, leyendo las epifanías que tengo en la noche, y más que nada esperando pacientemente por mi próximo escrito 🙂

Significa mucho para mí que sigas aquí después de todo este tiempo, así que te agradezco infinitamente. Y sin más preámbulos, empezamos:


Romperse es de humanos

Crees que puedes soportar las mil cajas,

que cada día se hacen más,

que cada día se hacen más pesadas.

Porque siempre has podido con ellas, porque

no has tenido otra opción nunca sino

simplemente tener que poder.

.

Dices que todo está bien,

que no hay problema con la gotera.

Te convences a ti mismo de que estás bien,

de que siempre esquivarás el agua.

Hasta que un día el pozo en el suelo

es tan grande que no puedes evitarlo.

Y chocas contra el piso y caen todas las cajas,

rompiéndose encima de ti, empapándose.

Ni siquiera notas tu propia sangre;

solo pides perdón por haberte resbalado,

por no haber podido con todo,

por no haber sido perfecto.

.

Pero cuando ves que no hay nadie cerca,

nadie que te ayude a levantarte,

no lo soportas más y te rompes:

rompes en llanto, en mil pedazos.

Rompes porque eres humano, porque

romperse es de humanos. Pero te

sientes mal porque no,

no puedes darte el lujo de ser humano;

alguien tiene que llevar la carga, alguien

tiene que cargar las cajas. Alguien

tiene que sacrificar su humanidad para

que los demás puedan ser felices, y

decidiste hacerlo tú porque

nadie más lo hizo (nadie más

quiso hacerlo, así que como siempre,

asumiste la responsabilidad).

.

Y por primera vez en años, ves

tu reflejo en el piso: tan desgastado,

tan opaco, apenas una sombra del tú que brillaba.

Al moverte te das cuenta de

cuán encorvada está tu espalda:

se había acostumbrado al peso al punto

de deformarse para amoldarse a él.

Está infectada, punzante, ardiendo:

había pasado tanto así que se había

acostumbrado a vivir con el dolor.

Te esfuerzas para reconocer el dolor.

(Tu reflejo no se parece a lo que recuerdas de ti.)

.

Y lloras y lloras, porque

¿cómo pudiste llegar a ese estado?

¿Cómo pudiste descuidarte tanto que

ya no pareces quien solías ser?

¿Cómo permitiste que el abismo te

hundiera en la oscuridad?

¿Cómo permitiste que sus caras tristes

te llevaran a fallarle al espejo?

.

Y el espejo… oh…

ni menciones el jodido espejo.

Te odia, te maldice, te pelea.

Por haberle traicionado tanto.

Por haberle manchado de tinieblas.

Por empañarlo al punto del olvido.

Por haberles traicionado y poner a todo el mundo

por encima del equipo que se suponía que eran.

.

Les das todo de ti a los demás porque

crees que con ello verán que los amas.

Lo único que ven es que no te amas a ti mismo,

que tienen permiso de aprovecharse de ti.

.

Y en un acto de rebeldía contra el supuesto

de que es tu culpa que se aprovechen de ti,

te limpias las heridas, te curas, te abrazas.

Prendes fuego a las cajas, las ves arder.

Te envuelve su humo, que susurra suavemente:

¿Cómo pudiste estar ahí para

todos

y no para ti?

¿Por qué elegiste proteger a

los demás

y no a ti mismo?

.

Y con los ojos llenos de lágrimas,

te dejas caer en el pozo de agua.

Por primera vez en una eternidad, sientes

algo diferente a presión y tortura y carga.

Y te preguntas si el mundo siempre fue así,

más lindo de lo que recuerdas…

si la vida siempre fue así,

llena de más que tristeza y dolor.

.

Y ves que sí, que fallaste,

pero que también está mal pedirle

cada vez más a alguien que

ya está dando todo de sí.

Y ves que sí, que ellos fallaron,

pero que también está mal seguir

diciendo que puedes con todo incluso

cuando tienes las manos llenas de sangre.


Sí, en este poema hablo sobre la lección más grande que me ha dejado el 2023: Para ayudar a otros no deberías tener que arrancarte pedazos de ti. No puedes quedarte vacío y pensar que eres un héroe porque le diste todo lo que tenías a alguien más. Solo te haces daño a ti mismo, y lo peor es que crees que lo que haces es amor. Si tienes que sacrificar tu bienestar por el de otra persona, eso no es amor, es autodestrucción.

Desearía haberme dicho esto a principios de año, pero bueno, de los errores se aprende. Espero que el 2023 te esté tratando mejor de lo que me ha tratado a mí, y si no es así, al menos tenemos el consuelo de que ya pronto acabará.

Y ya que estamos aquí, te recomiendo leer mi trilogía “No Me Dejes Ir”, la cual está disponible en tiendas digitales y en físico mediante en Amazon. Y de nuevo,¡gracias por leer! Recuerda que, si te gustó este poema, puedes compartirlo en tus redes sociales, al igual que seguirme en las mías 😉 Las que más uso son Instagram y Twitter.

Les ama, Violet Pollux ❤

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